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El Estado nacional se empeñó desde 1983 en destruir empleos
El desempleo no ha sido una consecuencia indeseada sino lo contrario, un efecto buscado. El desempleo es una forma de control y disciplinamiento social.
Iris Speroni
* Licenciada de Economía UBA, Master en Finanzas, Ucema. Posgrado Agronegocios, Agronomía UBA.
La Argentina fue por la mayor parte de su historia un país con pleno empleo. Alberdi clamaba por más habitantes en esta tierra desierta. Pedía brazos para trabajar. Cuando se comenzó a cultivar trigo, inmigrantes italianos golondrinas venían a levantar la cosecha y volvían a sus hogares con sus pagas para retornar al año siguiente.
Los altos salarios se debían exclusivamente a la escasez de mano de obra. Esto sin desconocer las deplorables situaciones de inequidad laboral que provocaron más de una revuelta.
La Argentina supo tener los salarios más altos de Latinoamérica. Incluso más altos que los europeos. Esto no impidió que numerosas empresas internacionales se instalaran en el país. Ford Motors, por ejemplo, puso una planta a principios del siglo XX. De igual forma, en los treinta hubo inversiones industriales de capitales franceses y alemanes. Nadie elige la locación por el costo del salario. Las razones son siempre otras.
Lo cierto es que la Argentina tuvo pleno empleo desde su nacimiento hasta el advenimiento de Alfonsín.
LA DECADENCIA
Como ya he planteado con anterioridad (1) la Argentina ha sido intervenida por la socialdemocracia en los últimos 35 años. Impuso una nueva educación, un nuevo criterio de administración de justicia, desarmó a las Fuerzas Armadas y convirtió en una risa a las Fuerzas de Seguridad.
Pero, básicamente, destruyó el tejido productivo de la Argentina. Propició que las fábricas se muden a Brasil. Esto dejó un conurbano y un Rosario que son tierra arrasada hasta hoy. Cientos de miles de empleos calificados se perdieron. Lo mismo sucedió con el ferrocarril, la marina mercante y las fábricas militares. Destrucción sistemática de empleos calificados. Ahora importamos hasta jabones. Sí, jabones. Los que hacía Vieytes en la época de la Colonia.
El desempleo no ha sido una consecuencia indeseada sino lo contrario, un efecto buscado. El desempleo es una forma de control y disciplinamiento social. Nada aterra más a una persona que quedarse sin sustento. La clase política ha reducido a la población argentina, otrora altiva y desafiante, que se ha peleado con las grandes potencias mundiales a lo largo de toda su historia, en pedigüeños de empleos públicos o mendicantes de planes sociales. Los ha reducido a depender de la gracia y la buena voluntad del funcionario de turno.
El desempleo tiene un costado social y moral. El trabajo ordena. Tiene horarios, responsabilidades. Obliga a bañarse todos los días. Encauza la vida de familia. Al tener continuidad, genera horizontes de planeamiento a personas y familias. Da autoconfianza y levanta la autoestima. Influye a que los hijos aprendan oficios o estudien. Genera una ética pequeño burguesa.
Por el contrario, la ausencia de trabajo fijo, la pérdida de la esperanza de obtenerlo, dispersa. Genera lumpenaje. Produce las personas rotas que vemos por doquier.
La destrucción de empleo en la Argentina no es la consecuencia de un devenir o de la obsolescencia de maquinarias.
Las condiciones para la desindustrialización fueron provocadas desde el Estado. Los gobiernos, sistemáticamente, desde 1983, han tomado medidas que resultaron coherentes con ese objetivo. Llama la atención que diputados tanto del área sindical como del empresarial no hayan elevado su voz contra esas medidas.
PLAN NEFASTO
¿Qué hizo el Estado para destruir trabajo? Destruyó el sistema de transporte y le dio el monopolio del transporte automotor a un lobby -el de la obra pública-, duplicó la carga impositiva y multiplicó los trámites, destruyó el fuero laboral que profesa doctrinas delirantes, se retiró de la provisión de insumos básicos, que anteriormente eran suministrados por Fabricaciones Militares, no garantizó ni garantiza la provisión de energía eléctrica y de gas a precios competitivos y estables, el servicio diplomático es incapaz de obtener un mercado externo.
¿Qué hizo el Estado para destruir trabajo? Destruyó el sistema de transporte y le dio el monopolio del transporte automotor a un lobby -el de la obra pública-, duplicó la carga impositiva y multiplicó los trámites, destruyó el fuero laboral que profesa doctrinas delirantes, se retiró de la provisión de insumos básicos, que anteriormente eran suministrados por Fabricaciones Militares, no garantizó ni garantiza la provisión de energía eléctrica y de gas a precios competitivos y estables, el servicio diplomático es incapaz de obtener un mercado externo.
Con fines electorales de cabotaje sostienen tipos de cambio atrasados que vuelven antieconómicos cualquier actividad, como la exportación de vinos finos o de maquinaria agrícola a Europa de Este, todos ellos mercados arduamente obtenidos por privados a base de calidad e insistencia.
No contentos con dejar a millones de personas sin trabajo, los políticos atraen inmigrantes con políticas activas. Repasemos esto: hace más de una década que no se genera trabajo privado en la Argentina. Sin embargo los políticos hacen ingresar entre 200.000 y 250.000 nuevos pobres por año. No para sumarse como fuerza de trabajo (no hay mayor fuerza de trabajo), sino a sumarse al ejército de desocupados, gran disciplinador de aquellas personas que sí tienen empleo.
La solución para volver a reconstruir la moral de nuestro pueblo es a través del empleo. Trabajo legal, normalizado, estructurado y disciplinado.
El pleno empleo debe ser la línea rectora desde donde empezar a acomodar el resto de las piezas. Ningún proyecto político ni económico adquiere sentido si no es capaz de armonizar al total de la población.
FALTA DEMANDA
En la Argentina tenemos oferta de empleo (personas que quieren trabajar) pero no demanda (personas o empresas que ofrezcan trabajo). Por lo tanto hay que incidir para aumentar la demanda. Básicamente hay que eliminar todas las trabas que pusieron los gobernantes para que no se pueda producir.
El trabajo productivo crece por tres razones:
a) por consumo,
b) por inversión,
c) por exportaciones.
Recalco esto porque sectores políticos sólo hablan de la importancia de aumentar el consumo interno, sin mencionar ni la inversión ni las exportaciones. Esto es así porque son lobbistas de un sector. No quieren que haya más empleo, quieren llevar agua para su molino.
Cualquiera de los tres que crezca, demandará mano de obra. Siempre insisto en la importancia de la exportación porque es la que tiene oportunidades de crecimiento.
¿Por qué no se puede crecer por aumento del mercado interno?
El consumo interno necesita que las personas dispongan de ingresos para crecer. Y las personas precisan trabajo para poder consumir. Es un perro que se muerde la cola. No tiene solución. Por eso el problema nunca se resuelve. La única forma de inyectar riqueza a la economía es a través de las exportaciones.
La inversión se produce únicamente si existen negocios de mercado interno o de exportación. Si no hay crecimiento en ninguno de los dos no se invertirá.
Un crecimiento exportador repercutirá, definitivamente, en el mercado interno a posteriori. Hará crecer la inversión -porque se necesita para producir- y hará crecer el mercado interno por la remuneración a quienes trabajan en el sector.
SALAMINES
Una persona que tiene una fiambrería en Gerli, quiere que sus vecinos ganen lo suficiente como para poder darse el lujo de comprar un salamín. Si el cliente del fiambrero trabaja en una empresa exportadora o trabaja para el consumo interno, a él no le importa. Es así como la exportación termina estimulando la producción de salamines de Tandil.
Si uno quiere crecimiento del país, recuperar industrias y que el interior sea próspero, debe buscar que la exportación sea la locomotora de la economía que, naturalmente, repercutirá en la expansión del resto. Requerirá inversiones, podrá pagar buenos salarios, usará fletes, puertos, ferrocarriles, energía eléctrica e insumos.
Requisitos para aumentar la producción y el empleo:
* Bajar la carga impositiva a la mitad. La Argentina moderna se construyó con un estado que costaba el 22%/25% del PBI. Se construyeron Yaciretá, Chocón, el Túnel Subfluvial, Zárate Brazo Largo, Salto Grande, todas las rutas, los aeropuertos, marina mercante, FFAA pertrechadas, hospitales, escuelas, universidades, YPF. Con un cuarto del PBI anual se hizo la Argentina moderna.
Hoy la casta política, con el doble de costo, es incapaz de pintar los hospitales existente, ni que los maestros concurran todos los días a dar clase o que los policías ganen un sueldo digno.
* Eliminar trámites.
* Limpiar la Aduana.
* Irnos del Mercosur.
* Reconstruir el FFCC y la flota mercante. Modernizar puertos.
* Volver a tener Fabricaciones Militares al servicio del sistema productivo argentino.
* Tipo de cambio alto y estable.
* Integrarnos al mundo, tener una política agresiva en materia de exportaciones.
* Volver a armar las escuelas de oficios para que los argentinos se conviertan en trabajadores calificados y bien pagos.
* Poner en orden el fuero laboral.
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